Santiago, urbe nacional que se nos presenta como el paradigma del espacio habitado e in – habitable, que detestamos y añoramos; lugar que se aparece en nuestra literatura, tal como lo analiza Carlos Franz: respirado a modo de un sueño o de un mal recuerdo, pero que vuelve siempre como esa figura incontenible e indisoluble del muro enterrado, de lo que queremos ocultar de nosotros, esa, nuestra identidad interna que se manifiesta en cada una de las calles de nuestra ciudad, develándose en cada rincón la esencia negada de la pobreza, del mestizaje, del inmigrante, el indígena, del santiaguino; ciudadano que diariamente circula por los barrios a punto de desaparecer, en “el otro Chile, el negado, el mutilado, el que deformamos con las limitaciones que le imponemos”(Franz, Carlos. “ La Muralla Enterrada” Editorial Planeta, 2001) en ese espacio donde cada rincón oculto, tapado por la nueva empresa inmobiliaria, aparece la memoria truncada – obtusa, de ese ciudadano que nos cuesta ver en su diversidad, en su multiplicidad y que a fin de cuentas conforman nuestra identidad imbunchada.

Así el proyecto se fundamenta, en la necesidad de re-mirar la ciudad, cuestionar los espacios que nos definen, los recuerdos y situaciones cotidianas que en la urbanidad nos determinan como ciudadanos, de un chile, hoy, mas latinoamericano, multicultural e inmerso en la diversidad que nos cuesta asumir, pero que desde sus inicios fue conformada por la multiplicidad de miradas, que han ido enriqueciendo el funcionamiento de nuestros imaginarios locales; en búsqueda por hacer congeniar lo nuevo con lo tradicional del barrio y de rescatar esa pausa que en algunos rincones aún persisten.